G., padre de primaria
A alguien no le gusta el amarillo. Un simple entretenimiento en la mañana del lunes. Para comenzar la semana, rascar en el apoya brazos del banco recién pintado de amarillo. Para ser exactos lo habían terminado de pintar el día anterior. Rasca, rasca, rasca, rasca. El mismo ahínco y empeño con el que había sido pintado ahora para arañar y hacer muescas.
Pero es una pena que alguien tenga que arañar todo este trabajo. Un esfuerzo colectivo marcado por el buen rollo voluntario emborronado por un gesto individual díscolo y destructivo. Seguro que fue un niño atraído por el intenso color amarillo. Y rascó con un guijarro en un gesto atávico de cavernícola. Parece un graffiti, se aproxima a la idea de un monigote. Pero quién lo hizo seguro que no era consciente del esfuerzo que había detrás de ese color amarillo sobre el que arañaba.
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