sábado, 3 de mayo de 2014

La extraña odisea: Confesiones de un filólogo clásico

Jorge Gutierrez
Profesor de ESO

La extraña odisea: Confesiones de un filólogo clásico
Carlos Martínez Aguirre
Círculo Rojo Editorial.
“La verdad es que donde hay vivencias, habrá siempre autenticidad”.
Luis Harrs
El autor, Carlos Martínez Aguirre, es un antiguo alumno de nuestro colegio. Relacionado con el mundo de la enseñanza y de las letras por tradición familiar nos muestra en este libro su periplo personal y vital por los puertos que configuran su aventura de vivir. En los ámbitos de enseñanza no universitaria, en la universidad, durante su estancia en Grecia madurando en el país de los dioses y, en resumen, descubriendo, por fin, el griego. Y luego, ya como profesor, cuestionándose la validez de las metodologías comunicativas al uso, buscando su propio camino…


Hoy, como Odiseo, más viejo y más sabio, mantiene viva la llama de la curiosidad y de la inquietud del niño que conocimos. La chispa vital del cariño, el compromiso y la búsqueda de mejores alternativas ante la realidad que configuran el aprendizaje en su dimensión interior y exterior.

Carlos, como Lázaro de Tormes, se recuerda al principio y se revive en el tiempo que pasó junto a nosotros, configurando un colegio y un modelo de vida y convivencia que evoca en el libro con palabras nostálgicas y reconocidas. Él nos hizo como somos en la misma medida, al menos, que nosotros le ayudamos a descubrirse como es.

La memoria, aún la de los más jóvenes, tiene sus códigos propios. La distancia hace que olvidemos o recordemos de forma aparentemente caprichosa pero los recuerdos emocionantes, quizás en ocasiones idealizados de la adolescencia, tienen una vitalidad que se impone a la de otras etapas de la vida.

Algunas novelas o relatos magníficos de distintas épocas y literaturas nos recuerdan ese momento intenso en tantos aspectos iniciático (“El gran Meaulnes” de Fournier o “Las tribulaciones del estudiante Törless” de Robert Musil podrían servirnos como ejemplo).

Ningún puerto es el fondeadero definitivo, ninguna ninfa Calipso nos ofrecerá la inmortalidad y la juventud eterna para que permanezcamos junto a ella en Ogigia.

El destino del marinero es navegar. Para decirlo con palabras clásicas “navigare necesse est, vivere non est necesse”. En esta frase atribuida por Plutarco a Pompeyo podemos entender una enseñanza que algunos llevan incorporada casi desde el nacimiento y que otros no llegan a comprender nunca (los más la descubrimos antes o después): vivir no sólo es dejar pasar los días, esperar el otoño para ser arrastrado con las hojas secas por el viento último.

La vida es una emoción compartida, un riesgo necesario, un cruce permanente de fronteras.

Las huellas que dejamos condicionan los pasos que todavía no dimos.

Los pasos que no demos nos impedirán dejar huella.

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