sábado, 3 de mayo de 2014

Recuerdos escolares de Juan Mayorga

Juan Mayorga, una de las figuras más sobresalientes de la dramaturgia actual, comparte con nosotros sus recuerdos escolares.

¿Cómo era tu escuela o centro de estudios?
Estudié en el colegio público de mi barrio, el Fernando el Católico, que está en la calle del mismo nombre. Había tres grupos por clase y no teníamos ni laboratorio ni gimnasio, pero sí un salón de actos donde el lunes por la mañana y el viernes por la tarde nos hacían saludar a la bandera.
¿Qué recuerdos guardas de tu profesorado y de tus compañeros?
Los profesores, de algunos de los cuales tengo muy buen recuerdo, eran casi todos muy mayores. Supongo que había que serlo para ganar plaza en un colegio del centro de Madrid. En cuanto a mis compañeros, hice algunos amigos inolvidables. Antes del verano pasado organizamos una cita los que acabamos en junio del 79, y resultó muy emocionante. Nos reencontramos, tantos años después, a la puerta del cole.
¿Cuáles son el mejor y el peor recuerdo que guardas de tu época escolar?
Tengo muchos buenos recuerdos: cuando conocí a mi amigo Jesús Alcaide, cuando leí en voz alta una redacción sobre mi abuelo Goyo, cuando me daban vacaciones de Navidad… Los malos se me han olvidado.
¿Qué asignaturas te gustaban más?
Desde pequeño me gusta escribir, así que me divertían aquellas asignaturas en que podía redactar. Por entonces no era aficionado a las Matemáticas, que descubrí más tarde, en el instituto, y que luego estudié en la universidad.
¿A qué jugabais en el patio?
Sobre todo, jugábamos al fútbol. Yo empecé siendo portero y acabé de extremo derecha. También jugábamos al látigo y al churro (cuyo grito clave era “churro-mediamanga-mangaentera”).
¿Recuerdas especialmente alguna anécdota de aquellos años de escuela?
Un día, estando en segundo de EGB –o sea, cuando teníamos siete años-, se produjo un gran revuelo porque, de pronto, nos mezclaron con las chicas. Hasta ese momento, chicos y chicas estábamos separados. Otro recuerdo importante: en el setenta y cinco murió el dictador Franco y nos dieron tres días de vacaciones. Poco a poco, la sociedad española empezó a cambiar, y el colegio con ella.

¿Tenías algún mote o apodo entre tus compañeros?
Me llamaban "Orejas" porque las tenía -y tengo – grandes y desabrochadas.
¿Qué lecturas favoritas tuviste durante la infancia?
Iba mucho a la Biblioteca Popular de la calle Felipe el Hermoso –cerca del Metro de Iglesias-, donde leía sobre todo los comics de Astérix, de Lucky Luke y de Tintín hasta que descubrí las novelas de Miguel Delibes. En casa leí muchos volúmenes de la colección infantil Historias Selección, que incluía dos versiones de cada relato: una normal y otra en forma de comic. En esa colección leí sobre todo a Julio Verne y a Emilio Salgari, pero nada me impresionó tanto como “Corazón” de Edmundo De Amicis. Un día encontré en la biblioteca de mi padre la colección RTVE –así llamada porque la anunciaban en la tele-: cien libros que me marcaron para siempre. También me gustaban los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, cuya primera serie fui leyendo también en aquellos años.
¿Tuvo tu paso por la escuela alguna influencia en tu profesión?
Todo lo que te sucede en la infancia, en la escuela y fuera de ella, es muy importante para tu vida de adulto, incluida tu vida profesional. Sin embargo creo que, en mi vocación de escritor, más importante que la escuela fue haber tenido un padre que leía mucho.
¿En qué crees que ha cambiado lo que se estudia en los colegios desde que tú estudiabas?
Quiero creer que la educación es hoy menos autoritaria y que ahora se fomenta más el sentido crítico de los estudiantes. Para mí, el objetivo último de un colegio o un instituto no es producir trabajadores empleables, sino formar ciudadanos capaces de dirigir una mirada crítica hacia lo que los rodea y hacia si mismos.

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