Una actividad escolar con buena puntería
Guillermo Montesinos, padre de primaria
Cuando
estaba redactando este texto, me llega una invitación
para apoyar una campaña de recogida de
firmas. Había
emborronado un par de páginas ahora
convenientemente encestadas en la papelera de papel reciclado virtual. Leí
con
atención.
Apoyo a un menor que quiere jugar al baloncesto. No le dejan jugar. La campaña
está
en
change.org
y el niño es síndrome de Down
Juan Antonio Corbalán y Tachenko |
Un día intenté explicar a mi hijo que qué era esto del baloncesto. Que existían otros deportes además del fútbol. Entonces le hablé de un gigante. Tachenco. Pocos le recordarán, pero fue un pivot descomunal en los setenta y ochenta.Medía dos metros veintiún centímetros y apenas podía correr. Padecía gigantismo pero su limitación fue una ventaja en el baloncesto.
Esto hace pensar y recordar. Iniciarse en un deporte cuando eres un niño debe ser un juego. No todos haremos triples pero deberíamos tener la oportunidad de intentarlo. Primero jugar, luego competir. Y el baloncesto es realmente divertido. Tiene ese componente electrizante que lo diferencia del fútbol o cualquier otro deporte. Un contador que pasa de más de cincuenta tantos provoca taquicardias saludables en jugadores y aficionados.
Cuando yo era niño no había canastas en mi cole. Pocos centros disponían de éstas. Pero a mi me dio por el baloncesto. Jugábamos con una pelota de fútbol, eso si bien hinchada, en un parque de un barrio de Madrid. Dos pinos curvos y enfrentados en distancia oportuna delimitaban el campo. Encestar era poder sobrepasar una de las ramas. Un día un jardinero que mantenía el parque nos comentó que al día siguiente tendríamos una sorpresa. Así fue. Se las había ingeniado para sujetar dos grandes macetas huecas al tronco de ambos árboles. Así sí. Dijo que habíamos inventado el balón-tiesto.
Por aquel entonces un tío mío me llevó a ver al Estudiantes cuando tenía siete u ocho años y jamás olvidaré el jolgorio de la afición, la demencia. Ellos sí que disfrutaban. Luego vinieron los Globe Trotters a Madrid. En la tele había un programa de deportes entre colegios, Torneo, donde el baloncesto parecía el deporte rey. El bajito base Corbalán repartía el juego entre gigantes... Preparándonos para que Pepu nos hiciera campeones.
Baloncesto en el siglo XXI
Contemplar una jornada de entrenamiento de baloncesto en el patio de nuestro colegio es un espectáculo. Sobre todo si los niños son pequeños. Requiere un gran esfuerzo de coordinación. Por ejemplo, se puede atisbar como los entrenadores reparten vasos de agua llenos para que los niños boten la pelota mientras los sostienen en difícil equilibrio. Parece una metáfora de esta iniciativa en el centro.
Porque la actividad es realmente singular. Primero porque no todos los padres saben que se trata de una actividad altruista que surge de padres del cole como propuesta extra-escolar. Segundo, da respuesta a qué y cómo pueden realizarse experiencias similares en el futuro formando parte de la energía -sinergía- diferenciada que está en la naturaleza de nuestro colegio.
Y por último, de triple, proporciona cerca de 6.000 € de ingresos anuales al centro y simultáneamente tiene un retorno y un beneficio social indudable para el cole.
Yo no dudo que en el futuro podamos contar con una buena escuela de baloncesto en el cole. Y dudo olímpicamente que a ningún niño se le impida jugar en él.
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