miércoles, 23 de abril de 2014

Homenaje a los profesores del siglo XXI: Qué me enseñó el siglo XXI

Karina Fernández D’Andrea
Madre de primaria
Yo pase gran parte de mi primera infancia en este colegio. Recuerdo cómo venía de ilusionada a clase. Recuerdo meter las manos en pintura, trabajar por grupos, compartirlo todo entre risas y charlas. Nunca he trabajado más intensamente que en aquellos momentos….
Si me hacía falta una goma, tenía todos los materiales necesarios porque los ponía el cole y eran de todos. Eso me enseñó que todos somos iguales, y que lo que a mí me hace falta hoy, mañana le hace falta a otro. Aprendí a compartir, y a cuidar las cosas, porque si no mañana no teníamos goma para borrar….
Cuando pasé a primaria la cosa cambió, seguíamos en grupos y había asambleas. Nosotros poníamos las normas y los castigos a los que se portaban mal. No había expedientes y se aprendía ser democrático…a hablar en público, a respetar la opinión de otro…y también justo., Si el grupo era demasiado duro, el profesor suavizaba, introduciendo criterios a pensar en la asamblea. No permitía los insultos ni que se etiquetara a nadie.
Recuerdo aquellas clases….sentados en grupo, charlando animadamente…la profesora explicaba un tema de matemáticas, traía bolas y jugábamos a aprender en grupo, mientras comprendíamos el concepto.
Luego durante la semana, íbamos a grupos diferenciados según el nivel de los alumnos. Trabajábamos en esos grupos cogiendo las carpetillas de un estante nosotros mismos. Pasar de una carpeta a otra era un gozo. Era prueba superada. Pero cada uno iba a su ritmo sin dificultades y con apoyo del resto. Si alguno no entendía algo el grupo le ayudaba, y cuando éramos todos, la profesora, que pasaba por todos los grupos, nos explicaba el concepto.
Si el grupo estaba trabajando autónomamente, la profesora cuando pasaba, nos animaba, alentaba, reforzaba y se reía con nosotros. Eso me enseñó a ser autónoma y a reforzar mi autoestima. Me enseño que aprender es un placer, no un sufrimiento.
Cuando explicaba los temas nos alentaba a decir las dudas, o cómo podía verse desde otro punto de vista. Y hacía que nadie se riera, y escuchara respetuosamente. Eso me enseñó que las críticas no son malas, y que criticar una idea, no es criticar una persona. Y que aún las críticas personales pueden plasmar contenidos que nos sirvan.
Me ayudó a desarrollar pensamiento crítico, y no dar nada por bueno porque viniese de alguna autoridad o profesor si no lo veía bien.
Recuerdo profes que nos hacían vivir aventuras, como luego he visto con mi hija que se hacía en la granja con Pitutin. Construían un decorado, un propósito dotado de sentido que nos llevaba a soñar….
Recuerdo sus gestos de cariño, de aprobación, su sorpresa ante las iniciativas…todo ello reforzaba nuestra autoestima y el gusto por estudiar.
Recuerdo su creatividad. Ir a clase era siempre una aventura llena de sorpresas. No había nada mal hecho, lo importante era intentarlo…
NO importaban tanto los contenidos exigidos, sino su comprensión. Eso me enseñó a no aceptar nada que no comprenda y a amar aprender y estudiar.
Recuerdo que el siglo XXI era ejemplo de innovación educativa, que venían de muchos lugares para ver cómo trabajábamos….
No había deberes, salvo alguna vez que había que investigar algo…eso me permitió compartir tiempo de calidad con mis padres….
Cuando mis padres dejaron Madrid y se fueron a vivir a Córdoba, fui a un colegio público “normal”.
Recuerdo que me impactó la misma estructura física, rejas en las ventanas y muros altos y espesos, los padres no podían pasar de la puerta de hierro que rechinaba cuando la movían….Parecía una cárcel.
Recuerdo en la clase, me impactó ver a los niños formándose en filas perfectas en el patio, subir a las clases y sentarse ordenadamente, mesa detrás de mesa, y que no se pudiera hablar ni debatir. Me impactó la búsqueda de silencio en los profes y cómo se desesperaban si algún niño hablaba con el de al lado. Sabía de la riqueza del compartir debates y puntos de vista, aprender a respetar los puntos de vista distintos…
Disciplinamiento de los cuerpos y las almas, aquello me pareció una cárcel.
Por último, un día el profesor de lengua y literatura se acercó al más revoltoso de la clase y lo estampó contra la pared de una bofetada. Hace 35 años de eso.
Me levanté, y comencé algo en aquel colegio que sería una pequeña revolución. Pero eso es harina de otro costal.
Todo eso me enseñaron los profesores del siglo XXI. A amar el aprendizaje, tener pensamiento crítico, a ser autónoma, que estudiar es un gozo y no un suplicio, que cada uno aprende a un ritmo, y que si a mí se me da bien escribir se me dan peor las matemáticas y a ti al revés.
Amo este colegio y quisiera que mi hija sintiera lo mismo. GRACIAS a todos los que lo hicieron posible. Porque mi vida cambió gracias a este colegio y su impronta me acompañará toda la vida, me permite luchar contra las injusticias con las que me encuentro cada día y me da fuerzas porque me enseñó que sí, que es posible. GRACIAS.

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